En primer lugar, se evidencia que el reality evoca al sensacionalismo donde el centro de la atención es la mujer y su comportamiento frente a cámaras. Realzan los estereotipos más sexistas donde la imagen de la mujer es dañada y denigrada al ser representadas como mercancía sexual a plena disposición del varón. Esto se refiere, a que las concursantes pueden actuar de manera indecente si es que Escassi se los pide, dejando de lado su dignidad por intentar ganar. Además, se recurre a estrategias y actitudes donde imperan la agresividad y vejación entre las propias compañeras; debido a que no existe un reconocimiento del otro como interlocutor válido para iniciar un diálogo, solo se ven a sí mismas como rivales en un juego.
En segundo lugar, se puede considerar que I LOVE ESCASSI se desarrolla dentro de un contexto de monismo oculto que es guiado por un código moral que dictamina que la mujer debe ser delgada, esbelta y sensual para poder estar en televisión y conquistar un galán. Por ello, se observa que tiene una concepción valorativa errónea de la vida, ya que no establecen prioridades, pues se piensa que el aspecto físico es primordial. Los actos exhibicionistas de las participantes no son más que una muestra de que siguen firmemente dicha ideología.
En síntesis, con lo mencionado anteriormente se alega que este programa afecta directamente a la construcción de un espacio de pluralismo moral porque se sigue una ética de máximos donde la única forma de vivir es siendo famosa y bella. También, los medios de comunicación (en este caso el programa) presentan un discurso excluyente hacia la mujer porque son consideradas solo un medio para conseguir rating.